Título: Retrato del general Julio C. Guerrero
Técnica: Óleo sobre tela
Medidas: 70.0 x 57.0 CM
Obra en préstamo de la colección privada del
Sr. Luis Enrique Guerrero
El prolífico escritor Julio C. Guerrero nació en Cajamarca en 1887. De niño vio su región envuelta en los conflictos partidistas entre los seguidores de Miguel Iglesias que había promovido el vergonzoso Diktat de Ancón y los leales correligionarios del presidente Cáceres, héroe de la indomable resistencia contra el invasor chileno. El padre de Guerrero fue diputado cacerista (1894) y perdió su fortuna tras el golpe de Estado de 1895 contra Cáceres y a su partido constitucional.
El joven Guerrero se decidió por la profesión de las armas en la Escuela Militar de Chorrillos de la que egresó como destacado alférez de artillería en 1908. Al año siguiente, su carrera corrió peligro, puesto que dictaminó en contra de una compra poco idónea de fúsiles japoneses (Arizaka) y con ello destapo un gran negociado.
En ese momento, el general Cáceres ejercía un patriarcado patriótico y político muy importante. Admirado por el valor del joven oficial, tomó bajo su tutela al hijo de su fiel partidario de antaño y, en 1911, al ser nombrado plenipotenciario en las cortes de Berlín y Viena, lo llevó como agregado militar.
En Alemania la inteligencia de Guerrero brilló espléndidamente y se ganó el justo reconocimiento europeo que la mediocridad de sus colegas afrancesados le había negado en el Perú. En esos años se consolido su admiración por la tradición militar prusiana y pudo perfeccionar el fusil máuser creando el conocido como “original peruano”. Por entonces visitó la academia de guerra de Viena donde pudo observar como la campaña de la Breña era estudiada como el modelo perfecto de guerra de montaña. También se destacó como el principal corresponsal de la prensa militar hispanoamericana.
Al estallar la primera guerra mundial se encontraba en Berlín y de inmediato fue invitado como observador de la contienda bélica. Su seriedad y profesionalismo le ganaron la amistad y respeto del mariscal von Hindenburg y especialmente la del general Ludendorff. En 1917, el Perú rompió sus vínculos con Alemania y Guerrero tuvo pasar como observador al ejército Austro Húngaro.
Al regresar al Perú (1920) se reunió con el anciano mariscal Cáceres y este le dictó sus memorias que fueron publicadas en 1924. Durante el oncenio, largos años de iniciativas prusianistas en el ejército peruano que se retrotraen al coronel Pauli (1890) culminaron con la presencia en el Perú del héroe de guerra general Wilhelm Faupel (1926-1930).
Guerrero, nuevamente en Berlín como agregado militar fue invitado a las maniobras militares alemanas (1927) y a las del ejército rojo (1928). Caído Leguia regresó al país y sufrió una dura persecución política hasta que en se exilió en Bolivia (1933) donde ese gobierno lo invitó en calidad de observador de la Guerra del Chaco.
En la contienda del Chaco destaco como asesor del general Peñaranda quien agradecido lo ascendió al rango de general de Bolivia durante su presidencia (1940-43). Derrocado Peñaranda, como su leal amigo, lo acompaño en su exilio arequipeño. Acompañado en su ancianidad por su querido sobrino Enrique Guerrero Corcuera, este brillante intelectual y militar, murió en Pacasmayo en 1976.
Julio Cesar Guerrero, discípulo predilecto de Cáceres, representa en nuestra cultura el alma espartana de los pueblos cordilleranos que, desde finales del siglo XIX, estuvieron distantes del sensualismo francés y que, admirando el estilo de Bismarck, tuvieron como ideal de vida el prusianismo andino.
Fernán Altuve-Febres Lores