Iván Sagástegui nació en Cascas, cuando aún era un distrito de la provincia de Contumazá, en el corazón del departamento de Cajamarca. Su infancia transcurrió entre la chacra, el río y los cerros, en contacto profundo con la naturaleza viva. Allí, entre caballos criados por su familia, aves silvestres, gallos de pelea y largas tardes de pesca con bolo y anizado, se fue formando una mirada sensible, lúdica y vibrante que más adelante encontraría su cauce en el arte.
El universo pictórico de Iván bebe de esos recuerdos y paisajes interiores. A través de una propuesta surrealista profundamente personal, construye escenas en donde lo andino y lo simbólico dialogan con la memoria íntima. El rojo, el amarillo y el azul —colores recurrentes en su paleta— evocan tanto la herencia precolombina como el fuego emocional de la infancia.
Aficionado a montar a caballo “a pelo” por los campos abiertos, Iván encuentra en el corcel un símbolo constante: fuerza, libertad y mestizaje. Lo mismo ocurre con las aves, que surcan muchas de sus obras como guardianas del tiempo y del alma. Su obra no solo representa un estilo, sino una forma de recordar, de sanar y de celebrar.